Ese fué el diagnóstico del médico. Todos mis achaques se resumen a eso...¿y ahora qué hago? ¿Me pongo un letrero que diga que soy una mujer que está cambiando de vida o algo así? ¿O acaso, los simples cambios de humor mostrarán dicho cambio, sin necesidad de letrero? Debo confesar -y ese es el objetivo de éste ejercicio- que la confirmación de la noticia no me agradó nada, pero no me tomó desprevenida porque un fisioterapeuta de nombre Enrique, con anterioridad me había mencionado esa posibilidad, al tiempo que me prescribía varios suplementos alimenticios, de hecho, si soy sincera, debo confesar que me regañó por mi resistencia al cambio...se desgastó explicándome que el hecho de que la mujer perdiera su ciclo menstrual y con ello la capacidad de procrear no debería de afectarme, que igual yo conservaba mi valor personal, etc. etc. Yo sólo sonreí y le dije que el asunto no iba por ahí, que eso yo lo sabía y entendía perfectamente, que siempre he tenido claro que la función de la mujer no se limita a darle hijos al varón y al sistema, que esa debe ser una decisión libre y personal. Agregué que mi reacción tampoco es por vanidad -temor a las arrugas, por ejemplo- ¿Entonces, qué te afecta?-preguntó intrigado. Casi me mata al escuchar mi respuesta: "temo envejecer por el deterioro del cuerpo y sus funciones", respondí. Al sentir su mirada me sentí obligada a justificarme, y agregué: "es que yo he cuidado de las mujeres de la familia de mi esposo -mujeres muy longevas mayores de 80 años- y he visto como esas lindas flores día con día se van deshojando. No quiero eso para mí" -Entonces, cuídate- respondió el fisioterapeuta, y procedió a recomendarme un montón de cosas, entre ellas: aceite de uva, jalea real, un multivitamínico alemán, omega 3, un sustituto hormonal que aún no adquiero (camote silvestre, Margarita), y unas inyecciones de complejo B, bastante dolorosas.
Ya diré despúes si funcionan :-).
